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El hombre tranquilo

Entre camaradas y próximos Tofo es el apelativo habitual de José Ángel de la Casa. Le viene el sobrenombre del apellido de su madre, Tofiño, que alguien acomodó y que no sé por qué circunstancias hizo fortuna, y ahí quedó como signo de afecto especial en el trato. Me tengo entre sus amigos desde hace ya bastantes lustros, que la vida nos empujó por caminos confluentes y de mucha relación. Sobre todo por los numerosos viajes de Champions, Mundiales y torneos continentales que nos llevaron por los cuatro rincones del planeta. Ambos podemos contar batallitas y aventuras de veteranos por poco que echemos la vista atrás y la memoria. La más sonada, sin duda, la que vivimos en una noche moscovita, perdidos en la nada, de la que tuvo que rescatarnos malamente un miembro de la embajada española cuando nos veíamos ya en manos de la KGB o aparecidos como dos carámbanos en las orillas del Moscova.

Pero este es un homenaje —en Sevilla tenía que ser— oportuno y merecido, ahora que celebramos aquella efeméride, a José Ángel de la Casa, el narrador de aquel milagro futbolístico: el histórico 12- 1 frente a Malta. El momento en el que al hombre curtido en mil transmisiones deportivas, al profesional imperturbable, equilibrado, al hombre de hielo, se le quebró la voz, y apareció, en aquella garganta rota, un tapado de la Roja. Un grito feliz y apasionado que ha quedado para la historia. ¡Goooooool… de Señor!  

José Ángel de la Casa, profesional a partes iguales de la radio y la televisión, partido o unido en dos por RTVE, protagonizó e inventó un modelo de narrador deportivo. Veníamos de los periodistas de radio un tanto engolados, de excesos verbales, acelerados, sin pausas y sin silencios, y la televisión no exigía tanta imaginación ni tanta metralla. Había que dar protagonismo a las imágenes, acompañarlas, descifrarlas, subrayarlas como en un subtitulado cinematográfico. Y ése fue el invento o el hallazgo de José Ángel de la Casa. El modelo que luego los teóricos de la comunicación como profetas del pasado han tratado de proponer y explicar en sus clases magistrales. Un patrón al que José Ángel supo también incorporar un comentarista encargado del análisis técnico de los partidos. El ejemplo, fue el caso, Míchel González, el madridista, que acompañó al maestro narrador durante once años, un período que ahora se nos hace inasumible. Luego vendrían para las transmisiones de TV, ya lo hemos dicho, otras modas: los gritos y los aspavientos y las peleas de los exjugadores invitados y los tertulianos, pero ésa es otra cuestión que hoy no toca. Todo este relato futbolístico tiene otro añadido deportivo. Porque José Ángel tenía también otros saberes y habilidades. Era un profundo conocedor del atletismo y lo demostró sobradamente en campeonatos y olimpiadas, asistido por Gregorio Parra, aquel sabio en fechas, marcas y atletas.      

José Ángel de la Casa, muchos años después y un ERE mediante, se volvió a su pueblo toledano de Los Cerralbos, a echar una mano en la cosa municipal, a ver pasar las nubes y admirarse con el florecer de sus almendros. En resumen, Tofo: te admiramos y te queremos. Éste es un homenaje más que merecido.      

Toni Fidalgo, periodista, dirigente deportivo y expresidente del Real Oviedo