Tuve muchos entrenadores pero ninguno como tú. Me adaptaste a otro entorno del mundo real de los humanos que venimos de esa galaxia social llamada fútbol. Me insististe en que la mesura no tiene medida, más orden y, sobre todo, que nada es para mañana si se puede programar hoy.
Que llegar pronto a un estadio —entre chascarrillos repetitivos de la situación— era ya prever qué pasa si el entrenador rival te hace un cambio o hay una lesión de última hora, sin poder detener el juego para evaluar soluciones. Que es mejor que esté el foco encendido de tu cámara y la linterna preparada. Que no gritar y no intervenir a destiempo, es saber que la imagen —los futbolistas— es lo importante. Que no es qué decir sino cómo decirlo y en su momento.
El saber irse a tiempo, antes de que te lo sugieran, el no querer actuar por ser moderno y la naturalidad que siempre se convierte en lo más eficaz y no en un antifaz que te demacra. Que ser grande y humilde no está reñido. Que la simpatía no es reírse a todas horas —aunque podrías haberlo hecho algo más, tío sieso…—.
Saber mandar y ordenar con un plan eficaz y argumentado sin avasallar. El templar con la mano izquierda de los buenos diestros y siempre dar un paso atrás porque la visión es más objetiva, aunque algunos lo confundieran con vivir bajo un paraguas. Por todo esto y algunas cosas más que me permitiste vivir y tomar nota, no hay día que no lo pondere con esas gracias sin palabras.
A mi amigo, a mi tío el del pueblo —Los Cerralbos— y, sobre todo, a mi maestro en la otra vida, mis gracias y mi reconocimiento porque para crear escuela hay que ser por lo menos como tú: eterno.
PD: Lo único que no volvería a vivir contigo es que tu condujeras el coche en tierras neerlandesas en caminos a la Eurocopa. Nunca te lo dije pero ahí nacieron mis primeras canas…
José Miguel González ‘Míchel’, exjugador del Real Madrid y entrenador de fútbol
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- 6 de noviembre de 2023